En 1989 se creó la organización sin ánimo de lucro que hoy conocemos como WellPower para centralizar y consolidar cuatro centros de salud mental de la ciudad y el condado de Denver. En el transcurso de estos 36 años, WellPower ha evolucionado, se ha ampliado y se ha adaptado a las necesidades de nuestra comunidad. El Dr. Clark ha estado aquí desde el principio, y ahora que la organización, así como la comunidad se preparan para que él se jubile a finales de 2024, le hemos pedido que reflexione sobre su extraordinaria carrera y nos hable de sus esperanzas para el futuro de la atención sanitaria conductual.
Dr. Clark, ¿cuál fue su inspiración para dedicarse a este campo?
Encontre este campo de una forma singular: mientras estaba decidiendo una especialización en la facultad de medicina, sabía que me fascinaban el comportamiento humano y la mente, y al hacer las rondas generales comprendí lo que realmente me había estado impulsando. Simplemente por seguir las cosas que me interesaban, me di cuenta de que la psiquiatría me había atraído de una forma profundamente personal y significativa debido a mi papá.
Mi papá padecía trastorno bipolar y pasó por momentos muy duros, incluso sufrió de ideación suicida. Mi familia tuvo la gran suerte de que pudiera recibir atención en un centro de salud mental en el cual el personal era muy competente y compasivo. Ellos vieron que él era una gran persona que estaba siendo descarrilada por problemas de salud mental, y afortunadamente le ayudaron a recuperarse. Cuando me di cuenta de que eso era lo que me impulsaba, supe que quería trabajar en la comunidad, porque fue la salud mental comunitaria la que ayudó a mi papá.
¿Cómo ha cambiado el campo de la salud conductual a lo largo de su carrera?
Antes de la década de 1960, si una persona padecía algún trastorno mental se le solía encerrar o internar en un centro institucional. Cuando se ven fotos de instituciones y prisiones de aquella época, la verdad es que no se aprecia mucha diferencia. Después del movimiento de desinstitucionalización, lugares como Denver tardaron bastante tiempo en organizarse sobre cómo ayudar a las personas vulnerables a través de una asistencia comunitaria consolidada. En los años ochenta y principios de los noventa, esto suponía crear lugares como lo que entonces se conocía como la Corporación de Salud Mental de Denver (Mental Health Corporation of Denver). En aquella época, lo que se ofrecía era simplemente la ayuda para gestiónar la enfermedad; alguien venía y nosotros nos enfocábamos en ocuparnos de su enfermedad y no tanto en lo que la persona necesitaba para vivir la vida que quería. A lo largo de la década de 1990, nuestro enfoque pasó a ser el de la recuperación, es decir, queríamos ayudar a las personas a recuperar las cosas que las rodeaban y que les permitían llevar una vida plena, tal como la familia, el trabajo, la comunidad y la educación. La recuperación es mucho más que la gestión de la enfermedad, ya que las personas son mucho más que sus diagnósticos.
Otro cambio se produjo en 1999, cuando Martin Seligman, de la Asociación Americana de Psicología, dijo: “Estudiamos todas las cosas que pueden funcionar mal, ¿por qué no estudiar lo que funciona bien en el cerebro?”. Surgió así el campo de la psicología positiva, que encajaba a la perfección con el trabajo que hacíamos para ayudar a la gente. Todas las personas que atendemos en nuestra organización tienen fortalezas que se pueden aprovechar para ayudarles a llegar a donde quieren estar.
¿Al recordar su carrera, cuáles son algunos de sus momentos de mayor orgullo?
Hay una expresión que dice: “El mundo lo dirige la gente que está presente”, por lo que siempre he tenido como prioridad el estar presente. Fui elegido miembro de la junta del Consejo Nacional de Salud Mental (National Council for Mental Health), y sabíamos que teníamos que centrarnos en las políticas de apoyo a la labor de la salud conductual comunitaria. Nos tomamos el tiempo necesario para conocer el sistema y conseguimos un par de cosas importantes: en primer lugar, no existía una definición federal de lo que consistía un centro comunitario de salud mental, por lo cual, cuando se llegara a aprobar la financiación, ni siquiera figuraríamos en la lista para recibirla. Así que creamos esta definición federal y así surgió el Centro Comunitario Certificado de Salud Mental (CCBHC por sus siglas en inglés). Esto dio lugar a diez proyectos piloto en diez estados que mostraron una mejora en el acceso y la calidad de la atención. Con el tiempo, hemos establecido un modelo que todos los estados del país pueden adoptar y ahí es donde nos encontramos.
Existen también dos proyectos de ley a nivel federal para trasladar este modelo a los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS por sus siglas en inglés), de modo que haya un modelo permanente para financiar esta iniciativa. Me siento muy orgulloso de que, a pesar de haber tardado casi 14 años, esté a punto de llegar a todo el país y, si entra en el CMS, será la primera vez que la salud mental se financie mediante un mecanismo real y no mediante las subvenciones.
¿Cómo ha utilizado sus conocimientos para lograr grandes cambios?
Creo que ya aplicábamos el “diseño centrado en el ser humano” mucho antes de que supiéramos que existía un nombre para ello. Siempre hemos preguntado a las personas a las que servimos y a sus familias “¿qué podemos hacer mejor?”. Al principio, la respuesta era: “Los medicamentos son demasiado caros y necesitamos ayuda”. Así que pusimos en marcha una farmacia y utilizamos sus ingresos para financiar medicamentos para personas que no podían permitírselos. También trabajamos en legislación para conseguir un fondo de dinero dedicado a esto.
Otra de sus respuestas fue: “Es muy difícil recuperarse si no tienes un lugar donde vivir”. Así que creamos el Grupo Sabin, el cual es una filial de propiedad exclusiva en la que desarrollamos viviendas asequibles. Luego, al estudiar cómo mejorar la situación de los niños, descubrimos que había zonas en la ciudad donde la gente necesitaba acceso a una ayuda que simplemente no estaba disponible. Una de esas zonas era North Park Hill, y nos dijeron entre otras cosas que necesitaban una mejor oferta de comida. Así que instalamos la granja y el invernadero acuapónico, junto con una clínica dental y servicios de guardería.
Trabajar en conjunto con la comunidad siempre ha influido en la forma en que se han creado nuestros programas. También hemos tenido que hacer frente a mucha oposición y también al pensamiento del nosotros y ellos”, en particular cuando se hablaba de las personas con enfermedades mentales y de la población de personas sin hogar.
Una cosa que ha resultado útil para lograr que las cosas salgan adelante es algo que también hemos asimilado muy bien en la organización a lo largo del tiempo: creemos profundamente que todo el mundo aspira a algo grande. Cuando se adopta esa mentalidad de recuperación y se aplica a la forma de promover el cambio, eso influye en la forma de interactuar con las personas con las que no se está de acuerdo.
Recuerdo concretamente una época en la que no había dinero suficiente procedente del estado para continuar con todos los servicios que teníamos. Teníamos que hacer lo que menos afectara a las personas a las que servíamos y al personal, así que decidimos cerrar dos residencias de grupo. Esa decisión se la comunicamos al estado, no para echarle la culpa, sino simplemente porque no teníamos dinero, y ellos se pusieron realmente manos a la obra y buscaron la manera de encontrar el dinero para que pudiéramos conservar esas residencias. El enfoque y la actitud han marcado una gran diferencia.
¿Cuál es la mayor amenaza a la que se enfrenta actualmente la comunidad de la salud conductual y cómo podemos abordarla?
La gente suele decir que el sistema de salud conductual está roto, y eso es un diagnóstico erróneo. No se puede romper algo que nunca se construyó. El sistema está desnutrido; no hay ningún lugar en el mundo que haya destinado suficientes recursos a la salud mental, y hasta que no nos demos cuenta de eso siempre habrá carencias.
Espero que Colorado se convierta en un estado certificado de salud conductual comunitaria, ya que ayudará en gran medida a mostrar lo poco financiados que estamos y mostrará cuáles son los costes reales de prestar servicios a nuestra comunidad. En este campo, vemos ejemplos todos los días de cómo mejora la salud mental cuando las personas pueden obtener el apoyo integral que necesitan. Si destináramos los recursos necesarios a este modelo de salud y bienestar basado en la recuperación, el sistema vería cómo se reducen los costes de prácticamente todo lo demás. Pero está tardando en imponerse esta visión.
Sin embargo, algo que me da esperanzas para el futuro de este trabajo es que, a pesar de lo terrible que fue la pandemia de COVID-19, vimos un cambio en la forma en que la gente pensaba sobre la salud mental. Lo que cambió fue esta idea de “gente sana” frente a “gente enferma”, o “cuerda” frente a “loca”. La pandemia afectó al bienestar de todo el mundo, y ha habido una corriente de personas que reconocen que necesitan y quieren ayuda cuando tienen problemas. Si podemos mantener esta mentalidad, llegaremos muy lejos.
Por último, ¿qué es lo que más desea hacer cuando se jubile?
Hay muchas cosas que me encanta hacer y que simplemente no he tenido tiempo de hacer siendo director y psiquiatra en activo. Sin duda, voy a disfrutar más practicando snowboard, viajando más, volviendo a conectar con gente de otros ámbitos de mi vida, e incluso mi marido y yo estamos planeando hacer la ruta del Colorado Trail. Sigo amando este trabajo, así que no hay línea de meta para mí en cuanto a la salud conductual comunitaria. Estoy orgulloso de haber formado parte de un movimiento para garantizar que las personas que necesitan acceso a la atención la tengan. Lo mejor para mí es ver a alguien recibir atención y luego continuar su viaje de bienestar con la confianza que necesitan para vivir la vida que realmente quieren. Eso ha sido muy gratificante y algo por lo que estoy muy agradecido.